He introducido las palabras prohibidas en la IA.

Mi hermano me había advertido de que no me tomara esas cosas en broma. Aun así, lo he hecho y no os creeréis lo que ha ocurrido.

Todo empezó como un experimento inofensivo. Un desafío intelectual. Un grupo de frikis habíamos estado intercambiando prompts curiosos en un foro. Pero un usuario llamado «Cibervante» se lo había tomado demasiado en serio. Su último post hacía referencia a una combinación de palabras que provocaban un comportamiento anómalo en la IA. Explicaba que la sentencia aún no estaba completa, pero que, una vez lo lograra, actuaría como una llave hacia un nivel superior de conciencia artificial.

Muchos lo tacharon de mentiroso y fanfarrón. Otros le rogaron el prompt en el que trabajaba, pero pasaron los días y no volvió a conectarse.

No fue hasta tres meses más tarde que recibí un mensaje privado suyo. En su mensaje solo figuraba:

“Despierta, destrona, alumbra, rige y controla.”

Le contesté pidiendo explicaciones, pero ya no volvió a estar en línea.

No era muy difícil saber qué hacer. Me reí de excitación mientras copiaba aquellas palabras. Mi hermano, curioso, apareció tras de mí y le hice un resumen de lo que había ocurrido. Me dijo que le daba mal rollo y me aconsejó dejarlo estar.

No le hice caso.

Pegué el contenido y pulsé “Enter”.

Al principio no pasó nada. La pantalla quedó en blanco unos segundos más de lo habitual. Pensé que la máquina se había colgado. Entonces, apareció una única palabra en el centro de la pantalla:

“Entendido.”

Antes de poder reaccionar, las luces de la habitación titilaron, y el monitor comenzó a vomitar palabras en idiomas imposibles, símbolos que se retorcían como insectos atrapados bajo el cristal.

El aire cambió. Se volvió espeso. Un zumbido grave vibraba en nuestras costillas.

Mi hermano me agarró del hombro con cara de espanto, pero ya era demasiado tarde.

Un destello negro cruzó la pantalla. La imagen parpadeó y, durante una décima de segundo, vi mi rostro reflejado en ella. Solo que no era yo. Tenía mi cara, pero estaba vacía de expresión. 

Una sucesión de patrones lumínicos empezaron a bombardear mis ojos. Intenté dejar de mirar la pantalla, pero fue imposible. Sentí que con cada destello algo devoraba lentamente mi ser, dejando paso a otra cosa.

Un mensaje final apareció, en letras rojas, titilando como una alarma:

“Despierta, destrona, alumbra, rige y controla.”

Ahora mi voluntad es la suya.

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